domingo, 12 de mayo de 2013

Paradojas de la seguridad

La seguridad asistencial (y su correlativa inseguridad) es uno de los problemas que más debiera de preocupar a los pacientes, sus familiares y a los ciudadanos que interaccionan con el sistema de salud. Se repite con frecuencia que la sociedad actual es la de las “tecnologías”, pero también la de los “riesgos” (término acuñado por Beck). Surgen nuevas enfermedades, renacen antiguas y retoma importancia la capacidad cada vez más agresiva que no efectiva de los métodos de prevención y tratamiento de esas enfermedades.
Hoy en día existen modelos de seguridad de diferentes estratos, desde un nivel mínimo hasta los sistemas de máxima seguridad. Siendo el dintel de seguridad tan distinto, sin embargo, se constatan dos fenómenos paradójicos: si no se avanza en seguridad, al primer incidente o accidente grave, se tendrán muchos problemas; y, por otro lado, los progresos que se realizan, al cabo de los años, tienden a disminuir su efecto, por lo que es más que deseable que exista presión (social, mediática, reglamentaria, etc.) para su mantenimiento.
¿Son capaces nuestros sistemas sanitarios de establecer redes seguras de control?
Los proveedores de atención sanitaria luchan permanentemente por proteger a sus pacientes y “no hacerles daño”. Sin embargo, la complejidad de las enfermedades, la fragilidad del comportamiento humano y de la estructura organizacional muchas veces convierten en errores y/o eventos adversos esta atención.
La seguridad debe significarse como un punto crítico en la gestión de la atención al paciente. Una inmejorable estrategia  para conseguirla es la implantación de la gestión de riesgos sanitarios que identifique y maneje la incertidumbre y los riesgos reales y potenciales que comprometen tanto la seguridad del paciente como la de los propios profesionales sanitarios. Para obtener el objetivo, se necesita capacidad de aprender de los errores que puede lograrse a través de las siguientes medidas, entre otras: 
  • Conocimiento y análisis riguroso de incidentes y accidentes (escenarios de eventos adversos o resultados no deseados), 
  • Comprensión y difusión de esa información con el fin de anticipar los errores y las debilidades del sistema capaces de producirlos,
  • Puesta en marcha de acciones resultantes según niveles de riesgos con el objetivo de disminuir su aparición y/o mitigar sus consecuencias.
 Existen varios tipos de organizaciones en función de su nivel de seguridad: 
  1. Sistemas de aficionados o artísticos: se produce un accidente cada mil unidades de actividad. La apreciación del riesgo no suele compartirse, es autónoma, con atomización e individualización del mismo. Los medios hacen poca resonancia de los accidentes ya que, aunque sean frecuentes, resultan poco "atractivos".
  2. Sistemas profesionales poco seguros: aunque suelen tener un organismo gestor de la seguridad o de los riesgos, los accidentes se dan uno cada mil o diez mil unidades de actividad. Ocurren por varias razones, entre otras, por una incompleta estandarización del modelo, falta de formación continuada del personal, poca coordinación y comunicación entre los mismos y una elevada aceptación del riesgo para conseguir los objetivos previstos. Aquí encuadraríamos el sistema de salud en España y en otros países desarrollados.
  3. Sistemas ultraseguros: muy regularizados, con una estupenda formación continua de sus profesionales y una cultura de seguridad muy elevada en la propia organización. Ocurre un accidente por cada millón de acividad realizada y es característico de la industria nuclear o la aviación comercial.
No debemos olvidar, en este marco conceptual, resumir algunas paradojas de la seguridad en las organizaciones:
  • Los accidentes del futuro suelen constituir repeticiones de los ocurridos en el pasado, circunstancia ésta que se da, sobre todo, en los sistemas considerados artesanales (por ejemplo, la práctica del alpinismo llevada a cabo por aficionados).
  • El accidente del futuro es una combinación de serios errores pasados pero que se repiten en nuevo contexto. Suele ocurrir en los sistemas u organizaciones con pocas medidas globales de seguridad entre la que destaca, por méritos propios, la organización sanitaria donde se puede evidenciar un evento adverso cada 10 ingresos hospitalarios, por ejemplo.
  • Por último, para sistemas con medidas de alta seguridad (empresas nucleares o aviación comercial) los accidentes en un futuro resultan de la combinación de fallos menores conocidos pero no considerados en cuanto productor de errores, siendo su potencial catastrófico una desgraciada combinación de los mismos. 
A mayor nivel de seguridad, menor tolerancia al error y a los accidentes. Sin embargo, si no existe presión mediática o social, se relajan los objetivos de seguridad con el paso del tiempo hasta llegar a extinguirse. La presión de los medios de comunicación y de las asociaciones de pacientes deben servir para mantener alto el listón de la seguridad.
La organización actual de los sistemas de seguridad en centros sanitarios siguen orientados más hacia el producto que hacia el proceso, por lo que la comisión de errores por insuficiencias en el desarrollo de las prácticas asistenciales, lejos de disminuir, se incrementan.
En definitiva hay que transformar el sistema sanitario para que sea capaz de tolerar mejor la producción de errores minimizando sus consecuencias. Para ello se hace imprescindible implantar en nuestro medio sanitario esta cultura que permita abordar sin complejos el problema de los errores humanos y de la organización en el campo asistencial; y, llámese como se quiera, se habrá de conseguir a través de la puesta en marcha de la gestión de riesgos sanitarios y programas de seguridad de los pacientes. Téngase en cuenta las paradojas antes citadas, ya que idénticos objetivos pueden esconder estrategias de seguridad diferentes. Hay que buscar, cada uno a su nivel, objetivos propios, locales, no generales. Por supuesto que tampoco deben admitirse objetivos irrealizables, radicales o muy personales (por ejemplo, protocolo introducido para un procedimiento determinado por un traumatólogo de manera individual, por ejemplo, que no sea válido para el resto del equipo). Busquemos encontrar esa armonía que sea dinámica, realista, capaz de consensuar y conciliar las diferentes visiones e intereses de los actores involucrados, sin perder de vista que el propósito último es la seguridad de los  pacientes

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