No se debe gestionar de oído; algunos lo hacen y así nos va. No se puede promocionar la seguridad de los pacientes, trabajar para mejorar la calidad asistencial que se les proporciona, sin que exista un retorno de información sobre lo que está ocurriendo con ellos y que la misma provenga de los trabajadores de primera línea, médicos, enfermeras, matronas, farmacéuticos y otros profesionales sanitarios.
Datos hay muchos; básicamente de la actividad que se hace con los pacientes: intervenciones quirúrgicas, días de estancias, urgencias atendidas, etc. Su agregación en forma de indicadores sanitarios y su análisis, proporcionan información suficiente para poder tomar las decisiones más eficientes y efectivas en el marco de actuación de cada uno. Existen indicadores de calidad que forman parte de los cuadros de mandos de hospitales y centros de salud.
¿Pero cómo nos enteramos de lo que no funciona tan bien? Eso es más difícil. Aprovecho una nueva iniciativa de los activos compañeros de UCISeguras (¡vaya empuje le están dando a la seguridad de los pacientes!, gracias) en la que piden ideas en un foro sobre notificación de incidentes para exponer lo que sé y pienso al respecto. Ahí va.
Toda estrategia para la identificación de la mayor parte de riesgos para los pacientes, entre otros, pasa por la denominada "notificación de incidentes". Esto representa que los profesionales de primera línea informen sobre lo que no ha ido bien, notifiquen los eventos adversos no deseados y alerten sobre todas aquellas situaciones que indiquen la presencia de riesgos inaceptables. Pero para notificar o alertar hace falta principalmente tener confianza en el sistema u organización, en los compañeros de trabajo, en los jefes, en la dirección del centro, en las autoridades sanitarias y, por qué no, en el propio sistema judicial del país. Confianza en que no habrá consecuencias y nada pasará por algún "renuncio", que no será sancionado ni perjudicado en su carrera profesional y, mucho menos, condenado (naturalmente no me estoy refiriendo a la comisión de ningún delito) en caso de que ese incidente sea notificado por el mismo autor o por otro compañero. Confianza en que los que vayan a conocer y manejar esa información sean honestos e inteligentes cuando la manejen y en el uso productivo que se vaya a hacer de la notificación de los incidentes. Hay que buscar y encontrar mecanismos para incrementar esa confianza. Quizás el engranaje más utilizado sea la garantía de "no sanción" y la protección médico legal del declarante (confidencialidad y anonimato).
¿Existe esa confianza? Es necesaria aunque probablemente no sea suficiente. No es bastante que el procedimiento en sí mismo sea anónimo, confidencial y no sancionable; además, debe ser percibido por el profesional como no inquisitorio, no acusatorio.
Una desviación en la práctica asistencial como punto de partida para el análisis del problema no garantiza en absoluto que el notificante no se sienta señalado. Igual ocurre en otras circunstancias a pesar del anonimato de la declaración. En centros hospitalarios de tamaño pequeño y ni siquiera eso y en equipos de atención primaria, no es fácil declarar un incidente sin sentirse significado. Y eso representa un grave problema. Y aunque se invoquen durante el análisis causal circunstancias atenuantes del tipo factores predisponentes u organizacionales no consiguen borrar ese "dedo acusador" sobre el responsable último del evento adverso.
Recuerdo un serio problema ocurrido en los quirófanos de un hospital donde trabaje hace unos años como gestor de riesgos sanitarios. Se siguieron todos los protocolos establecidos tras la recepción de la alarma notificada. Todos los flujos de actuación fueron impecables; sin embargo, cuando ese profesional implicado directamente, entró en el comedor de personal unos días después, todas las miradas se dirigieron hacia él acompañadas de un nivel de cuchicheo demostrativo de que algo inhabitual estaba pasando.
En el mundo de la aviación, tan protocolizado en su conjunto, es fácil poner de acuerdo a los diseñadores del procedimiento con los que ejecutan la acción: dime lo que ha salido mal que haré lo imposible para que no vuelva a ocurrir.
Pero en un ámbito tan incierto y complejo como el mundo sanitario, no sea quizás la mejor de las ideas la explotación de la notificación de incidentes -sobre todo cuando éstos son graves y de consecuencias visibles para los pacientes- como sistema más óptimo de identificación de los riesgos para poder afrontarlos. Insisto, tal y como relaté en una entrada anterior, que la revisión de la morbilidad y mortalidad del centro, efectuada por pares y, por tanto, con implicación directa y exclusiva de profesionales médicos y de enfermería, le añade un plus al mero papel de "notificadores" y debe ser impulsada por los directivos de los centros como mecanismo óptimo de aprendizaje por la experiencia que tanta falta hace para la seguridad de los pacientes.
Es otro punto de vista, a lo mejor no muy académico, seguro que muy discutido, que en todo caso hace camino en la disciplina que nos ocupa.
La notificación de incidentes es una herramienta muy útil en algunas circunstancias que debe usarse con prudencia cuando exista confianza. Sobre todo es valiosa la acción constructiva que genera el análisis del incidente más que su registro; La mayoría de los eventos adversos atribuibles a la actuación sanitaria no tienen que ser tributarios de acciones legales, salvo que en sus causas se identifiquen intencionalidad o negligencia. Una legislación que proteja a los profesionales y centros notificantes se antoja muy necesaria para la consolidación de los sistemas.
¿Existe esa confianza? Es necesaria aunque probablemente no sea suficiente. No es bastante que el procedimiento en sí mismo sea anónimo, confidencial y no sancionable; además, debe ser percibido por el profesional como no inquisitorio, no acusatorio.
Una desviación en la práctica asistencial como punto de partida para el análisis del problema no garantiza en absoluto que el notificante no se sienta señalado. Igual ocurre en otras circunstancias a pesar del anonimato de la declaración. En centros hospitalarios de tamaño pequeño y ni siquiera eso y en equipos de atención primaria, no es fácil declarar un incidente sin sentirse significado. Y eso representa un grave problema. Y aunque se invoquen durante el análisis causal circunstancias atenuantes del tipo factores predisponentes u organizacionales no consiguen borrar ese "dedo acusador" sobre el responsable último del evento adverso.
Recuerdo un serio problema ocurrido en los quirófanos de un hospital donde trabaje hace unos años como gestor de riesgos sanitarios. Se siguieron todos los protocolos establecidos tras la recepción de la alarma notificada. Todos los flujos de actuación fueron impecables; sin embargo, cuando ese profesional implicado directamente, entró en el comedor de personal unos días después, todas las miradas se dirigieron hacia él acompañadas de un nivel de cuchicheo demostrativo de que algo inhabitual estaba pasando.
En el mundo de la aviación, tan protocolizado en su conjunto, es fácil poner de acuerdo a los diseñadores del procedimiento con los que ejecutan la acción: dime lo que ha salido mal que haré lo imposible para que no vuelva a ocurrir.
Pero en un ámbito tan incierto y complejo como el mundo sanitario, no sea quizás la mejor de las ideas la explotación de la notificación de incidentes -sobre todo cuando éstos son graves y de consecuencias visibles para los pacientes- como sistema más óptimo de identificación de los riesgos para poder afrontarlos. Insisto, tal y como relaté en una entrada anterior, que la revisión de la morbilidad y mortalidad del centro, efectuada por pares y, por tanto, con implicación directa y exclusiva de profesionales médicos y de enfermería, le añade un plus al mero papel de "notificadores" y debe ser impulsada por los directivos de los centros como mecanismo óptimo de aprendizaje por la experiencia que tanta falta hace para la seguridad de los pacientes.
Es otro punto de vista, a lo mejor no muy académico, seguro que muy discutido, que en todo caso hace camino en la disciplina que nos ocupa.
La notificación de incidentes es una herramienta muy útil en algunas circunstancias que debe usarse con prudencia cuando exista confianza. Sobre todo es valiosa la acción constructiva que genera el análisis del incidente más que su registro; La mayoría de los eventos adversos atribuibles a la actuación sanitaria no tienen que ser tributarios de acciones legales, salvo que en sus causas se identifiquen intencionalidad o negligencia. Una legislación que proteja a los profesionales y centros notificantes se antoja muy necesaria para la consolidación de los sistemas.
Mucho camino por recorrer aún en nuestra cultura de buscar cabeza de turco en todo. Añadir que igual que en tantas otras cosas caa comunidad, casi cada hospital cuenta con su propio registro de incidentes sin posibilidad de cruzar datos entre distintas comunidades, y eso que existía un proyecto a través del Ministerio https://www.sinasp.es/ en lugar de utilizar uno y mejorarlo nos dedicamos a crear 17. Gran post José María
ResponderEliminarGracias Carmen; cuánta razón tienes. Desgraciadamente el SINASP, que debiera de servir como herramienta de coordinación y unificación de criterios, solo ha sido adaptada por unas pocas CCAAs. Hemos construido 17 Servicios de Salud diferentes, inefectivos con una legislación en gran parte no desarrollada y con unos mecanismos de coordinación politizados y que sirven para muy poquito. Desgraciadamente en materia de seguridad de los pacientes también se están desarrollando batallas aisladas, poco productivas y sin importar mucho el último objeto de la disciplina: que los pacientes y los profesionales, y, por ende, en sistemas públicos, las administraciones sanitarias obtengan el beneficio de su seguridad. Estoy ilusionado con la difusión por las redes sociales de este campo de la seguridad, los contactos y sus posibilidades. Ojalá entre todos hagamos camino.
ResponderEliminarReitero mi agradecimiento y admiración por tus aportaciones. Un saludo
Muy interesante ,todos aprendemos de todos.Soy de Uruguay,donde desde 2006 se esta trabajando desde una Comision de seguridad en el Ministerio de Salud Publica y por ley todas las instituciones tienen que tener su Comité de seguridad,pero el tema de reporte de incedentes cuesta mucho ,sobre todo por ser un "pais chico"todo se comenta y cruelmente.
ResponderEliminarLic Sara Gonzalez
Gracias Sara por tu lectura y comentario. Podríamos hablar largo y tendido del tema, pero tienes razón. La notificación de incidentes es útil para eventos no graves, más banales. Los accidentes serios no suelen notificarse por temor a la señalización culpable. Pero es una herramienta muy útil para la identificación de riesgos, de hecho, una de las más utilizada en los sistemas de salud. En otro orden de cosas, ¿podrías referirme algún trabajo o página web donde pueda conocer más el desarrollo de la seguridad de los pacientes en Uruguay? Estuve invitado en Chile y Argentina hace unos años, pero me interesa conocer lo que se hace en tu País. Reitero mi agradecimiento por tu comentario. Un cordial saludo
ResponderEliminarJMRO desde mi iPad