Se lee, se comenta y mucho que para aumentar la seguridad de los pacientes debemos implantar una cultura de seguridad en nuestros centros. ¿Y eso qué es? A efectos prácticos, ¿qué tenemos que hacer? ¿Es una herramienta didáctica y no sirve más que para eso? Trataré de adentrarme en este mundo "cultural" con prudencia. Dicen que fue en el año 1993 cuando el organismo ACSNI (Advisory Committee on the Safety On Nuclear Installations) -algo así como un comité consultivo para la seguridad de las instalaciones nucleares- definió la cultura de la seguridad como el producto de valores individuales y de grupo, actitudes, percepciones, competencias y patrones de comportamiento que determinan el compromiso, estilo y habilidad en la gestión de la salud y la seguridad de una organización. Y se basan en una comunicación caracterizada por confianza recíproca, percepciones compartidas sobre la importancia de la seguridad y la confianza de que es efectivo hacer prevención.
Para conseguir aterrizar en la definición anterior, ¿es necesaria una completa transformación de nuestros servicios hospitalarios, áreas de enfermería, unidades de atención primaria o del centro sanitario en su conjunto? Creo que no. No se trata de conformar un conjunto que hay que ir descomponiendo en partes hasta llegar a las individualidades; se puede conseguir cultura de seguridad construyendo componentes esenciales para ir ensamblándolos en un todo cultural que funcione, haciéndola emerger a través de medidas prácticas, realistas y perseverantes. Por tanto es un compuesto de muchos elementos individuales o lo que es lo mismo, formas de pensar, actuar y gerenciar que interactúan mejorando la "salud de la seguridad".
A los profesionales sanitarios acostumbrados a "hacer" les puede parecer un concepto utópico, es decir, una idea inalcanzable.
Propongo adentrarnos en las siguientes ideas que a mi modo de entender pueden generar una cultura de seguridad.
Valores: qué es lo importante.
Creencias: cómo funcionan las cosas.
Mezclemos estos dos conceptos con la estructura y, de alguna manera, con el estilo de dirección (y/o si queremos de control). Obtendremos un producto.
Normas de comportamiento: cómo hacemos las cosas.
Es decir, en aquellas organizaciones con cultura, los profesionales saben lo que tienen que hacer en la mayor parte de las ocasiones ya que son imbuidos por un conjunto de valores (conocen lo qué es primordial).
Los elementos principales de una cultura de seguridad son:
1.- Un motor que es la ambición por conseguirla, y aunque difícil de alcanzar merece la pena esforzarse por conseguir este objetivo.
2.- El motor ha de ser potente y eso depende del respeto que le tengamos a la creencia de que puede ocurrir un accidente, es decir, tener miedo ante los peligros, lo que nos mantendrá alerta y en guardia constante.
3.- Para mantener este estado permanente de cautela es necesario disponer de información sobre resultados no deseados, eventos adversos, incidentes y accidentes. Eso es lo que llamaríamos tener una "cultura informada".
4.- Esa información no hay otra manera de obtenerla que de los trabajadores en contacto con los pacientes en riesgo; por eso hay que poner en marcha una "cultura informante" con profesionales dispuestos a notificar sus incidentes y errores para que sean recopilados, analizados y generen informes.
5.- Para que exista una cultura informada e informante debemos gestionar de manera adecuada la culpa y el consiguiente castigo. Una organización libre de culpas no es posible; el que afirme lo contrario es un idealista. Siempre habrán actuaciones temerarias, negligencias culposas, sabotajes o comportamientos inaceptables. Una inmunidad general carece de credibilidad entre los profesionales. Una "cultura justa" es aquella capaz de crear una atmósfera de confianza que incentive la información que se proporcione para aumentar los niveles de seguridad de nuestros centros o unidades.
6.- Las organizaciones campeonas en seguridad son capaces de adaptarse ante los nuevos peligros de manera rápida. Por tanto, una "cultura flexible" en la que los profesionales son capaces de afrontar los nuevos peligros sin necesidad de que se tenga que poner en marcha la cadena de mando jerárquica; adaptabilidad para afrontar crisis que se basa en el respeto hacia las habilidades, destrezas y experiencia de los profesionales; en este punto destacar la labor fundamental que han de desempeñar los jefes de servicio, coordinadores o supevisores de áreas teniendo en cuenta que ese respeto ha de ganarse y no imponerse. Los líderes inspiran a sus equipos a través del ejemplo que predican, las buenas prácticas y el sentido de responsabilidad institucional.
Las organizaciones con mayor capacidad para aprender son aquellas que mantienen una mentalidad abierta y un sentimiento de curiosidad, y que asumen que siempre hay algo que aprender debido a la complejidad e inseguridad que caracterizan la incertidumbre en la práctica asistencial.
7.- "Cultura que aprende", es decir, saca conclusiones de los sistemas de información e implanta las reformas necesarias cuando hace falta.
Elementos primordiales son los de "cultura que informa", "cultura justa", "cultura flexible" y "cultura que aprende". La interacción de todos configuran una cultura de seguridad que hace reducir los incidentes o accidentes organizativos. Montar estas piezas por separado no tiene mucho sentido si las mismas no hacen funcionar el sistema. La cultura de la seguridad es mucho más que la suma de sus partes. La seguridad no es un elemento cultural externo que se puede comprar e inculcar en una institución. Es algo que una organización "ES" más que lo que una organización "TIENE". La cultura no es estática, sino el resultado de encuentros dinámicos entre los distintos actores de un centro sanitario. Es un camino no un destino, es una lucha continua más que un resultado.
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