Con más de medio siglo de vida, el cinturón de tres puntos sigue siendo el elemento de seguridad más importante para los ocupantes de un automóvil. Los múltiples airbags o los controles de estabilidad y de tracción sólo complementan este sencillo y útil invento que patentó Volvo en 1959: sin él, los demás elementos pierden su utilidad. En los años veinte, cuando se popularizó la propiedad y uso del automóvil, estos no iban equipados con cinturones se seguridad. Curiosamente, fueron los médicos los que empezaron a reaccionar ante la gravedad de las heridas causadas por los accidentes que tenían que atender e instaron a instalar rudimentarios cinturones. Varios médicos rogaron a los fabricantes que se incluyera esta medida de seguridad en los vehículos, a semejanza del usado por los aviones, pero su solicitud no alcanzó mucho éxito. Hubo ciertas marcas, entre ellas Ford y Chrysler, que comenzaron a incluir opcionalmente cinturones de dos anclajes. Aunque los conductores no parecían estar muy interesados por pagar mayor precio a cambio de más seguridad. Pero la historia dio un giro inesperado cuando Volvo contrató como ingeniero responsable de seguridad a Nils Bohlin, creador del diseño del asiento catapulta de los aviones de combate Lomas Draken J35.
Comenzaron las pruebas con los cinturones de dos puntos que ya se usaban, pero los datos obtenidos en los pruebas de choques de coches no convencieron a estos esforzados encargados de la seguridad. La idea de Bohlin era crear un sistema que se adaptara lo máximo al cuerpo humano por lo que ideó el cinturón de seguridad que hoy conocemos. Un cinturón de seguridad con tres puntos de anclaje que mejoraba el utilizado en la aviación.