En esta ocasión me honra con una magnífica, acertada y dura reflexión en el blog, el Dr. Carlos
Fernández Herreruela (carlos.fernandezherreruela@aon.es), licenciado en medicina y
cirugía en Madrid donde, en 1995 y después de un variado y multidisciplinar
ejercicio asistencial, aterriza en el cargo de director médico de Aon liderando un equipo nacional de peritos
médicos, abogados, economistas y administrativos centrados en diseñar, asesorar
y prestar servicio a todas las instituciones sanitarias públicas y privadas
clientes de este corredor de seguros. Desempeña, además, de manera perfecta y muy orgulloso el cargo de Secretario de la
Junta Directiva de aEGRis.
Cuando me preguntan por las estadísticas y los
resultados de la experiencia del aseguramiento de los servicios sanitarios
públicos y privados me siento mal con mi profesión. Soy médico y, aunque desde
hace casi 20 años trabajo en el mundo de los seguros, nunca he pensado que
dejara de serlo.
Como asistencial he desempeñado trabajos muy complicados e
incluso, a veces, incómodos. No obstante, siempre he conseguido disfrutar
profesional y personalmente de ellos y
darles el enfoque vocacional que como “galeno idealista” me ha movido siempre
en mi ocupación, desde la elección de profesión hasta el modo en que trato los
seguros de responsabilidad sanitaria.
Estoy convencido y, de momento lo seguiré
estando, que un buen aseguramiento en Sanidad mejora la calidad. Muchos son los
motivos a favor que se pueden esgrimir, como tantos en contra: trabajar con
seguridad, sin miedo a las consecuencias económicas de mis inadvertidos,
humanos y excusables errores mejora la relación con mis pacientes y el
resultado de esa intervención; mientras que otros pudieran pensar que alejar
las consecuencias de mis errores relaja en exceso mi cuota de auto
responsabilidad y permite deslices más frecuentes.
La relación que defiendo no la inicia la simple existencia de seguro, sino la adecuación del mismo, el diseño más avanzado y maduro de un contrato de aseguramiento. En ese camino, la responsabilidad en el buen funcionamiento de las partes implicadas es el secreto para la cobertura perfecta y, si una de esas responsabilidades es la de encontrar un precio adecuado, no lo es menos la de informar bien al asegurador, la de pagar ágilmente las indemnizaciones (o no pagarlas cuando no se debe), la de reconstruir el prestigio del asegurado, diseñar planes de prevención y evitación de errores, la colaboración profesional entre las partes y, por último, la adecuada evaluación de los resultados.
Es decir, desde mi visión, las estadísticas de siniestralidad sanitaria se elevan a un papel tan importante en la madurez de la gestión del riesgo transferido como la del establecimiento de un precio adecuado. Defiendo por tanto que tan caro es para una aseguradora, garantizar un riesgo para el que no hay prima suficiente, como prestar oídos, ojos o neuronas de cualquier especie a una estadística incierta, poco rigurosa o simplemente falsa. Y esto es muy importante, especialmente, en época de crisis económica como la que vivimos o acabamos de vivir.
Pues bien, retomando mi idea, un buen
aseguramiento de la Responsabilidad Sanitaria ha de acompañarse siempre de una
mejor calidad asistencial, y este convencimiento no tiene más refrendo que la
propia experiencia. El KnowHow que decimos ahora en empresas multinacionales
como la mía (antes se hablaba de viejos y de diablos y ahora con un simple y
bárbaro “knowledge exchange” nos quedamos más tranquilos por más
internacionales). Cierto que no es consecuencia única lo uno de lo otro ni lo
primero suficiente ni necesario para lo segundo, pero influir, influye.
Además, empleando lenguaje pericial,
las mismas con-causas de un buen aseguramiento lo son de una buena calidad
asistencial; un sistema complejo de funcionamiento como lo es cualquier sistema
sanitario, en el que tan importantes resultan las ruedas como la velocidad con
que giran, como sus engranajes mutuos, depende de las partes, del todo y de sus
múltiples conexiones. Ello resulta tan aplicable a la calidad como al
aseguramiento y la relación de la calidad con la seguridad de los pacientes y
de los profesionales (ambos pueden ser terceros beneficiarios en las pólizas de
responsabilidad civil patrimonial sanitaria) es claramente indudable.
Trabajo convencido, por tanto, de que cada vez
que consigo mejorar las primas, aumentar las coberturas, agilizar la respuesta
de un asegurador o incrementar el nivel de información aportado por lo
asegurados, estoy colaborando al crecimiento de la calidad asistencial y, por
consecuencia, la seguridad de trabajadores y pacientes. Debemos convencernos
también que lo mismo sucede cuando somos capaces de mejorar la calidad y perfección
de las estadísticas.
Esta moderna manera de mentira (como la han llamado
algunos sociólogos) es la fotografía fundamental del escenario del riesgo
sanitario, especialmente, en la sanidad pública. Los aseguradores no saben qué
hacer sin estadísticas de siniestralidad. El problema es que, si bien las
cifras no mienten, los mentirosos también usan cifras y las estadísticas se
emplean para hundir y reflotar mercados. En este caso para buscar
aseguramientos imposibles o difíciles de obtener por otra vía que no sea la de
pagar un precio muy elevado por el riesgo. También son empleadas políticamente
para enseñar una ficción como real mostrando campos de calidad y seguridad
donde reina más azar y desconcierto que armonía. Todo ello perjudica
enormemente a un adecuado aseguramiento y, a la postre, no les quepa duda, a la
seguridad de sanitarios y pacientes. Hemos de ser tremendamente sinceros y
transparentes para obtener una adecuada respuesta de quien va a convertirse en
nuestro compañero de riesgo durante la vigencia de la póliza. Si el problema es
que vivimos en el mundo de la medio verdad y en el mercado de las oportunidades
y de lo aparente hemos de terminar con esa tendencia y dejar de usar la
estadística para ocultar la verdad que no queremos reconocer.
Si se dan cuenta, hoy, después de más de
veinte años de aseguramiento en sanidad y muchos de estrategias de seguridad de
pacientes y estudios de calidad, no tenemos estadísticas ciertas uniformemente
aceptadas y comparables entre sí que nos pudieran permitir elegir hospital,
médico, comunidad autónoma o medio público-privado para una determinada
enfermedad. Todo depende de para qué y cuándo se publiquen. Tendré muchos
detractores por lo que acabo de afirmar, y más por lo que aún no he dicho, pero
pienso que, en nuestro más profundo interior, todos estamos convencidos de
ello.
En este estado de indefinición de resultados,
si tengo que elegir y puedo hacerlo, con mi nivel de conocimiento actual como
médico, corredor y perito de seguros, me decidiría antes por un sistema
sanitario público o privado con un programa de seguros bueno, completo y sólido
que por otro que no tenga ninguno (cosa que sólo ocurre en una administración pública),
o que sea malo e insuficiente (como muchos que conozco en la privada). Y todo
ello a la espera del día en que la estadística se emplee como de verdad se
debería; para identificar la realidad. Mientras seguiré intentando mejorarlas y
destacar la importancia de respetarlas en su integridad. Visto desde ese punto
de vista, me puedo seguir sintiendo
médico y de los que me gustan porque desde este mi trabajo puedo colaborar a
que los sanitarios trabajen más seguros y los pacientes se curen mejor.
¿Qué
más puedo pedir?
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