miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿El riesgo cero?

Si continuamos con el hilo conductor de la última entrada de este blog (semántica del riesgo), se podría afirmar que la definición de riesgo es la posibilidad de que ocurra algo no deseado. Esta definición tiene dos dimensiones: la primera es la probabilidad, en este caso la posibilidad de que suceda lo indeseado. La segunda es la consecuencia, expresada en ese "algo" indeseado. Otro significado de la palabra riesgo es que generalmente se asocia a un peligro que amenaza, sin aspectos cuantitativos. Las personas se imaginan las consecuencias de un peligro que les amenaza. Esto se refleja más en su dimensión consecuencias que en su dimensión probabilidad
Otro concepto general, quizás el más utilizado en la definición de riesgo, es que el riesgo es la combinación de la probabilidad de que se produzca un hecho y de sus consecuencias. El riesgo se define como el valor esperado de esas consecuencias, que es el producto de la consecuencia por su probabilidad. 
Una probabilidad se representa con un número decimal que varía en sus valores entre más de cero (o más del 0 %) a menos de uno (o menos del 100 %). La probabilidad de ocurrencia de un riesgo no puede, pues, por definición, tomar valores extremos, ya que si ese fuera el caso, el riesgo no existiría: el valor nulo o cero (0) significa que el evento que se trate no puede nunca acontecer; el valor uno (1 o 100 %) representa que el resultado que estudiamos aparece siempre, es cierto, hay seguridad de que ocurra y, por tanto, no es riesgo (hay certeza).
Cuando el valor de una probabilidad es muy débil se afirma que es igual a épsilon (letra griega ε) y suele designar a pequeñas cantidades, o números que tienden hacia cero (en particular en el estudio de los límites o de la continuidad), o lo que es lo mismo, el riesgo correspondiente es despreciable, ínfimo, podríamos decir que virtual, aunque de ninguna manera podría afirmarse que el riesgo es cero o nulo. 
Si un riesgo existe, no puede ser nulo; si es cero (0), la ocurrencia de un evento adverso nunca se producirá, luego no existe. Toda persona, en líneas generales, acepta depender de un riesgo igual a épsilon, es decir, ínfimo, despreciable, inexistente. Casi que no le queda otra. Sobre todo cuando los beneficios que se esperan de la toma en consideración de ese riesgo son altos. "Todo" puede ir mal y por lo tanto, no existe el riesgo cero. Esta crisis que estamos sufriendo nos lo ha demostrado con creces, aunque sea en ámbitos de la vida económica.
En situaciones de riesgo que controla, la persona tiende a sobrevalorar su propia capacidad y a subestimar su exposición al mismo. En el fondo importan más las consecuencias (una de las magnitudes del riesgo) y su percepción, que el riesgo o probabilidad de ocurrencia; a la gente lo que le preocupa en último extremo es su propia supervivencia. Pongamos el ejemplo sobre el extendido miedo a viajar en avión. Lo que a las personas pueden hacerles sentirse nerviosas y preocupadas en un avión no es la probabilidad de un accidente (¿se conoce ese riesgo?), sino la magnitud de sus consecuencias. Lo que hace tan impactantes e intimidantes los accidentes de avión es el hecho de que casi siempre tienen consecuencias fatales y que si, con suerte, hay algún superviviente, suelen ser pocos. En general, los grandes accidentes son materia de atención por los medios de comunicación y de debate (leáse esta entrada) lo cual empeora la situación. Teniendo esto en cuenta, las consecuencias de un accidente de aviación son mucho mayores que las de uno de coche. Y aunque la probabilidad de un accidente de aviación es más pequeña, todo lo dicho contribuye a que con frecuencia se sobrevalore el riesgo de este tipo de accidente. Si todos los accidentes de coche se produjeran al mismo tiempo, sin duda variaría la opinión generalizada sobre que nos sentimos más seguros viajando en coche que en avión. Se aceptan mejor los riesgos que implican las cosas que cada cual elige hacer que las que se ve obligada a hacer porque tiene que ver con la utilidad que a menudo se obtienen de los riesgos que se aceptan voluntariamente.
No obstante, retomando el riesgo épsilon, si por casualidad se materializa un incidente o accidente (lo que prueba, a posteriori la existencia del riesgo), la persona afectada se enfada, se rebela y se considera como una víctima extraña, rara. Es en este extremo cuando entran a formar parte del juego, el aseguramiento de los riesgos colectivos y el sistema de indemnización o compensación económica por la materialización de los mismos. 
¿Me equivoco si afirmo que la vida es una aventura peligrosa? Desde que nacemos nos enfrentamos a situaciones de peligro y somos conscientes de la existencia de enfermedades y accidentes en un camino sembrado de obstáculos, de accidentes con mayor o menor escalado de gravedad. 

Reconociendo esto, nuestra obligación en materia de seguridad del paciente o en gestión de riesgos sanitarios es aspirar al riesgo cero. Es necesario crear una cultura del riesgo "casi cero". Existen herramientas, mecanismos a pruebas de errores, modelos de comportamientos, filosofías innovadoras que permiten enfocar la gestión del riesgo hacia lo verdaderamente importante (el valor al paciente), y así conseguir reducir los errores con consecuencias para los pacientes. 



En el fondo, se trata de aplicar con el mayor rigor posible el principio de precaución (lease en este mismo blog "en caso de duda"). No hay ningún producto inocuo, ni ninguna actividad libre de riesgo, pero sí deben de existir máximos tolerables. La idea de acercarse al riesgo cero no es más que una bonita utopía. Inalcanzable, pero útil: permite seguir avanzando. Una buena forma de continuar sería tratar de que el lenguaje de los riesgos fuera más universal, más comprendido. En eso estamos. 
Y ya puestos, ¿suena mejor el proyecto "bacteriemia épsilon"? Es menos impactante. Buena semana.


3 comentarios:

  1. Apunto en mi vocabulario el "riesgo épsilon", :) gracias.

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  2. Gracias Aurora. Esperemos que el riesgo al que sometemos a nuestros pacientes se aproxime a épsilon!!

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  3. En mi opinión esta confusión se debe a la tendencia a aplicar modelos industriales de mejora de la calidad lo que deriva en confundir el conocido "cero defectos" de la producción manufacturera con el ámbito de la seguridad y más en entornos con tantas variables (y riesgos) como el nuestro.

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